El curso está ya tiritando o estallando. El viernes pasado nos despedimos quizá para siempre de Javier, aunque eso nunca se sabe. Javier, con su gracia castellana y su Schopenhauer de cabecera, nos ha ayudado a perder la inocencia como guías de ruta o como guías turísticos en general. Se ha movido con tanta soltura entre fallas, diaclasas, mapas, brújulas y volcanes como en la tupida selva de los riesgos laborales y su legislación. Os prometo que es mucho más fácil entender una falla o un pliegue o por qué el río Velillos baja turbio desde Jaén que un Decreto Ley sobre riesgos laborales. Hay demasiadas leyes y decretos como para conocerlas todas, y eso que yo estudié Derecho y me saqué la carrera en tan solo quince años, sin repetir ni un maldito curso. Sin embargo, Javier lo ha gestionado como un torero, con arte y con su kantiano sentido del humor. A veces, la falta de vicodina —¿un relajante muscular?— le hizo perder la relajación, pero eso es porque también nosotros veníamos un poco excitados de casa, con ganas de seguir pasándolo bien después de unas vacaciones que además, en mi caso, gozaban de un plus de sosiego, el reposo prescrito por mi médico de familia. Pero lo arreglamos como caballeros de una manera elegante, en el campo del honor, el de las palabras que no se pierden con la memoria, el terreno de la palabra escrita. Sin perder las formas y sin llevarnos mal. Respetándonos. Tanto la gallega como el toledano son excelentes profesores bajo mi veterano punto de vista, sin embargo, mientras que Inés ya es como una amiga de toda la vida, alguien de la familia, a Javier apenas le conozco. Lo digo de una manera absolutamente desprovista de valoración, en Derecho decíamos, moralmente aséptica. Las cosas son así y ya. Lo importante es que gracias al curso y a ellos, hemos aprendido mucho de muchas cosas y también de nosotros mismos. Las relaciones que se han generado entre nosotros, los alumnos, son raras y parecen cristalizadas por el calor del manto. De compañeros hemos pasado a amigos.
Y el lunes conoceremos a una nueva profesora, acaso ya la conocemos. He oído que nos dará clase de orientación laboral. ¿Qué es la orientación laboral? Yo sé más o menos lo que significa orientación sexual, pero ¿laboral? ¿Es cuando te enamoras de una compañera de trabajo? Lo cual es muy jodido porque la compañera de trabajo casi siempre está casada. ¿O se trata más bien de encontrar en nuestro subconsciente la verdadera vocación laboral que nos anima a asistir a estos cursos? ¿Será nuestra nueva profesora una especie de psicóloga como aquellos del colegio que nos hacían test psicotécnicos y luego nos decían que no valíamos para casi nada? Francamente, no lo sé. No tengo ni idea. A lo mejor acabo el curso descubriendo que mi verdadera vocación es no hacer nada. Una especie de meditación perpetua mientras friego los platos y avío la comida y llevo a los niños al cole. Eso sí, con un plan prevención de riesgos laborales —¿Sabéis que el mayor número de accidentes en España no se produce en el trabajo ni en la carretera sino en la casa de uno?—.
Para despedirme de Javier y dar de nuevo la bienvenida a Inés, voy a contar una anécdota muy graciosa. El conspicuo Curro es un sobrino político mío al que le tengo mucho cariño, un tipo muy inteligente y analítico, el hijo menor de Susi y Paco. Acaba de cumplir los dieciocho. El otro día fue a apuntarse a una autoescuela y la chica que atendía el local le entregó el contrato. Él lo leyó atentamente y a continuación preguntó dónde estaba Fulanito de Tal, cuyo nombre aparecía junto al suyo al pie del documento. La chica dijo que era el jefe y que no estaba. Es que aquí pone que él y yo estamos reunidos para firmar esto y si él no está, entonces no estamos reunidos. La chica le explicó que eso era lo de menos, que era una cosa rutinaria y que su jefe nunca estaba, y le animó a firmar. Pero Curro no lo hizo sin antes formular una nueva pregunta. Dijo, entre las condiciones generales del contrato y las particulares, ¿cuáles prevalecen? A lo que la empleada de la autoescuela contestó, y aquí viene la anécdota, ¿qué es prevalecer?
Un abrazo a tod@s y todes.
Antonio Romera
Sierra Elvira. Septiembre del año 2011. Sábado del Skylab.
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