Hay dos formas de cagarla, la sencilla, la difícil y la imposible. Yo siempre elijo la imposible a no ser que sea ella la que me elije a mí. Hay que currarse mucho un fallo para abundar en él a pesar de que todas tus compañeras y compañeros te están advirtiendo del error. La parte buena de la equivocación de hoy ha sido que mis compañeras y compañeros, con todo, no me han tirado por un barranco ni me han retirado la palabra. Bajo mi humilde punto de vista de sabio, eso es lo mejor que me ha pasado hoy.
El error fue una tontería y se debió sencillamente a una mala lectura del mapa, que ya es delito perderse con un mapa pegado al culo. En este caso, al de Inga, con perdón, pues mi mapa se perdió hace mucho y utilicé el suyo, que iba dentro de su mochila. Si le hubiera hecho caso a Javier y hubiera doblado el mapa hasta convertirlo en una pequeña cuartilla en la que apareciera el recorrido entre la zona recreativa de la Alfaguara y el Sanatorio de Tuberculosos, lo habría mirado más menudo y cuando llegamos al primer cruce habría podido fácilmente saber que no había que coger el camino de la derecha sino el de la izquierda, que tenía una cadena en medio para impedirle el acceso a los coches. Todos dijeron que había que seguir hacia el Norte pero yo me empeñé, porque me lo había aprendido de memoria, en todo lo contrario. Cuando el camino empezó a descender en plan cabrón, Toñi me dijo varias veces que por allí no era, que aquello nos iba a llevar al quinto coño, pero no le hice ni puto caso, ella no había mirado el mapa, hablaba desde su intuición femenina, la intuición de una dama acostumbrada a caminar por el monte, todo hay que decirlo, mientras que yo, como un idiota, me fiaba cien por cien de mi particular lectura del mismo. Amigos, no hacerle caso a Toñi puede acarrear graves consecuencias. ¿Has oído, José Antonio? Si hubiera mirado el mapa con los ojos del Javier, si hubiera convertido el gigantesco pliego cuyo despliegue era un coñazo en una pequeña cuartilla, habríamos llegado sin problemas y sin cansancio al hospital de los fantasmas. Porque el camino correcto y el incorrecto eran muy distintos. El primero discurría paralelo a las líneas de nivel mientras que el segundo atravesaba varias. Esto es, el camino correcto era un paseo en llano y el otro era un infierno de cuestas. Pero había que verlo. En un momento determinado, mi propia intuición también me dijo que por allí no era. Empecé a sudar, quiero decir que seguí sudando, pero con más acopio, porque el sol caía de pleno y además me puse a cruzar una pequeña loma para llegar antes a lo que, según mis cálculos, debería de haber sido el sitio donde descansan las ruinas del sanatorio. El camino también debería de acabar allí pero el muy cabrón seguía descendiendo hacia sabes Dios dónde. Por suerte encontré un pequeño cartel con el logotipo de la Junta de Andalucía que informaba al senderista de varias cosas. Una, la distancia entre ese punto y el área recreativa de Puerto Lobo era de 2,7 kilómetros. Dos, un poco más abajo se encontraba el punto 4 del recorrido del Cerro Maullo. Hostias. Y tres, la distancia hasta el área recreativa de la Alfaguara era justamente de 3 kilómetros. Había otra información pero ya no la leí. Lo único que ocupaba mi mente en ese momento era cómo diablos le iba a decir a las chicas que había que darse la vuelta.
Por lo tanto, Javier, nos vas a perdonar, por mi culpa, ni yo ni ninguno de tus alumnos de Valderrubio podremos hacer el trabajo que nos encomendaste en la fuente de Alfacar. Me ofrezco a repetir la experiencia en solitario y a elaborar el folleto en nombre del grupo
Sin embargo, antes de darme cuenta de la cagada, la cosa fue bien. Verás fotos de encinas y de pinos, sobre todo de pinos, de algún enebro y de varias coníferas. También que en el área recreativa de la Alfaguara no había ni Dios, aquello estaba más vacío que un cementerio por la noche. Y que el sotobosque, inexistente en el pinar de la subida norte a Moclín al igual que en Sierra Elvira, aquí es muy abundante, formado en su mayoría por cosas que pinchan, no, por cosas que pinchan mucho, especialmente cuando caminas entre ellas con pantalón corto y con mucha prisa. Supongo que esas cosas son aulagas y encinas jóvenes, más cabronas que la madre que las parió pero que le dan al paisaje un hálito de vida descomunal. Las encinas jóvenes se llevan muy bien con los pinos. Es como si supieran que al tener un ritmo de crecimiento infinitamente más lento que el de sus amigos los pinos, les permitiesen a éstos vivir a sus anchas el tiempo que haga falta porque saben que algún día, por derechos de edad, todo aquello será suyo. Por otra parte, los pinos les ayudan abriendo el terreno, destrozando las rocas, permitiendo que las semillas de las encinas enraícen entre las grietas. Dentro de cien o doscientos años, y gracias a nuestros intrépidos guerreros del bosque, los montes de la Sierra de Huetor, de la Sierra de Beas, de la Sierra de Cogollos, de la Sierra de la Alfaguara y de la parte sur de Sierra Arana — ¿se me olvida alguna? —, estarán cubiertos por una clase de árboles que nunca debió de salir de aquí. Y quien habla de encinas habla de enebros, de cedros y de otros muchos cuyos nombres no voy a citar por purita ignorancia.
Me gustaría darles las gracias a los miembros del Centro de Defensa Forestal de Puerto Lobo. De hecho, me gustaría darles un abrazo a todos y a cada uno de ellos. Representan el Auténtico Espíritu del Bosque, cuyo acrónico sería AEBO. Javier habla de la luminosa sonrisa de los niños mientras se subían en el camión y en el autogiro, pero no debemos olvidar que antes de eso habíamos pasado un buen rato escuchando a los protagonistas de aquella historia, hombres dispuestos a enfrentarse al peor de los fuegos que pueden afectar al hombre, el forestal, que no se para quieto ni un instante, que corre por los cerros como un puñetero gamo y que no necesita senderos ni caminos para arrasar con todo, dispuestos a plantarle cara sin olvidar nunca su propia seguridad, porque sin ellos, estamos perdidos, y no debemos olvidar que los niños asistieron a las diversas charlas sin moverse del sitio y sin dar por saco en ningún momento. Probablemente no entendían con precisión de qué estábamos hablando, coordenadas, visuales, cruce de visuales, tiempo de respuesta, centro de coordinación, etcétera etcétera, pero a veces escuchaban la palabra fuego y sin duda sabían que aquellas personas se dedicaban a combatirlo. Sentían que aquellos hombres eran poderosos guerreros en persona. En el AEBO conviven técnicos de la Consejería de Medio Ambiente y empleados de la empresa EMASAN. Ésta se encarga de poner en práctica el plan INFOCA. Se me olvidó preguntarle a Javier a qué corresponden las siglas. Se lo he consultado a Mister Google pero no me lo ha dicho. He visto titulares como LA PESADILLA DE INFOCA; UN AVIÓN DE INFOCA SUFRE…; FUERA DE PELIGRO EL PILOTO DE INFOCA; ACCIDENTE DE UN AVIÓN DE INFOCA EN ARENAS DEL REY (jóder, cerca de Granada); INFOCA, FORMACIÓN, LA INGENIERÍA AL SERVICIO DE LA FORMACIÓN, y cosas así pero ni una palabra del nombre completo del plan.
Y esa convivencia es perfecta. Se les nota felices por hacer su trabajo y saben que lo hacen muy bien. Después de pasar un rato con Pepe, el jefe o coordinador de los técnicos de Medio Ambiente, sé que aunque no hubiera conocido al marido de Toñi, nos habría atendido tan bien como lo ha hecho esta mañana. Al ser amigo de José Antonio, su dedicación le ha proporcionado a él y a nosotros un placer añadido. Me gustaría darle las gracias personal y públicamente por abrirme los ojos con respecto a los alambiques de esencias, por saber tanto de plantas y por la secuoya, lo juro, la secuoya me ha llegado al alma. En fin, amigos, ha sido un placer visitar el CEDEFO o CDFO, eso también se me ha olvidado preguntárselo a Javier y no pienso dirigirle la palabra a Mister Google en lo que me queda de noche. Un placer visitarlo y un honor compartir unas horas con esos héroes tan anónimos que velan por la salud de nuestros bosques. Solo el dolor por ver morir a una persona puede superar al dolor de ver cómo arde y desaparece un bosque. Si alguna vez organizo una visita a Puerto Lobo por ejemplo con Mamen y con los niños, y con la familia de mi hermano Franci, y con mis padres, hostias, y, ¿por qué no?, con Paco y Susi, con Lali y Amparo, y con Maciej, el polaco, para que se acojone un poco más de cómo hacemos las cosas por aquí, les pediré que formulen muchas preguntas y les contaré la visita de hoy para que sepan de qué va la cosa y hagan preguntas más prolijas y detallistas.
En fin, San Javier, gracias por dejarnos solos en el sendero. Y no lo digo con ironía. Lo digo porque es verdad. Si no me hubiera equivocado de sendero jamás se me habría ocurrido comprobar si la línea amarilla cruzaba las líneas de nivel o si discurría paralela a ellas. Te juro que nunca en la vida lo habría visto y que nunca en la vida se me va a olvidar. Que así sea. Sin embargo, aunque no pueda elaborar el folleto del sendero al Sanatorio de los Cojones, sí puedo decir que me fijé en las piedras que flanqueaban el camino a ninguna parte. Parecían los restos de una batalla. Diseminadas, sin ningún orden aparente, sin pautas comunes, deformes, cada una por su lado y algunas veces llamándose desde lejos como trozos de una línea hecha pedazos. Algunas partes de una misma roca parecían casi cálcicas pero el resto era otra cosa. La cámara de Puri, a quien se la arrebaté en contra de su voluntad, guarda constancia de ello.
A Toñi y a Inga debo decirles que las mollares están muy ricas. Me las he quedado todas pero ha sido sin querer. Lo consideraré un regalo.
Para compensar la frustración que a lo mejor sintieron mis compañeras, os comunico que no siento el culo. No ha sido por las almendras sino por la cuesta. La madre que la parió. Tengo cuarenta y seis años, casi cuarenta y siete, vamos, a punto de cumplirlos, y llevo seis semanas sin moverme porque tenía una o dos costillas rotas. Habría preferido morir a ir despacio ni pollas. Digamos que ha sido mi particular locura de cumpleaños. Todavía me duele el glúteo derecho. Como dijo Descartes, pierdo el culo, ergo existo. Las barranqueras eran inconmensurables y mi suegro nunca sabrá por dónde me he metido hoy con su Chrysler, pero hoy no me he hostiado. Yo creo que todo esto ha ocurrido porque el sábado es mi cumpleaños. Por eso Iván, en contra de su salud y del sentido común, decidió acompañarme después de una noche sin dormir, dos puntos, estudiando y sin parar de tomar café. Un regalo de compañía bajo circunstancias extremas. Mucho calor y la puñetera cuesta.
El regalo de Dani fue él mismo. Tan agudo en sus preguntas.
Estrella e Isabel me regalaron su decisión de esperarnos en una de las mesas del desértico merendero del área recreativa de la Alfaguara, después de dar un paseo, si hubieran seguido mis “sabios” consejos ahora las estaríamos buscando con el mismo helicóptero que luego vimos volar sobre Sierra Elvira, hacia Pinos Puente. Menos mal que no se distinguían humos ni malos humos por ninguna parte. .
Toñi ya me había hecho el regalo de Pepe pero su café con hielo y su pacharán también fueron obsequios.
Inga me regaló una buena charla en mi casa, mientras Ernesto y Aída se negaban a separarse.
Iván me regaló su inspiración en momentos y bajo circunstancias difíciles.
Otro regalo fue el equipo de senderismo que se inventó Puri. Puri es muy capaz de darle una nueva dimensión a las prendas de senderismo. Muchas gracias. Siempre seré tu amigo. Y no solo por eso sino también, y sobre todo, por el ron con cocacola.
Rut me regaló a Pablo.
Ni que decir tiene que no vimos al fantasma, o quizá fue él quien me inspiró para cagarla. Si es así, por algún motivo, no quiso que cumpliera uno de los sueños de mi vida. El Sanatorio de Tuberculosos de Madame Bertha seguirá siendo un misterio para mí. A Dios gracias.
Un abrazo a todes desde casi Mojácar.
Antonio Romera
Sierra Elvira. Septiembre del año 2011. Miércoles sin culo.
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