Te agradezco sinceramente tu comentario pero no sé qué decirte. La gente no se hace geólogo ni zoólogo ni aprende a distinguir las plantas en unos cuantos días, por mucho interés que le ponga. A mí también me habló el río, solo que su lenguaje era un tanto ambiguo para mis precarios conocimientos. Ya suponía que la turbidez era debida al tipo de terreno que atraviesa el cauce pero no habría sido capaz de explicarlo con la sencillez y maestría de un experto como tú. Y nunca se me habrían ocurrido los interesantes experimentos que propones a toro pasado. La pregunta es, ¿por qué no los propusiste in situ? Habíamos buscado un in situ ideal para que tu sapiencia fluyera y nos empapara a todos como nos empararon a Iván y a mí las frías aguas del río. Yo creo que en una excursión caben muchas cosas, naturaleza, sabiduría, relaciones humanas y un poco de entretenimiento. Es posible que no leyéramos bien la finalidad de esta salida y que la corriente alterna de información entre profesor y alumnos se cortocircuitara en algún momento, sin embargo, no fue por falta de interés sino más bien de oportunidad. Habíamos preparado una serie de historias para amenizar el desayuno y el almuerzo; habíamos buscado las pintadas rupestres de Corcuera; conocíamos los grafitis paleolíticos que aparecen a lo largo de la ruta de Tózar; Iván trajo para agasajarte un exquisito caldo con sabor dulce elaborado en su propia casa por él y su padre; Toñi y Rut trajeron tortas y galletas; Puri pretendía brindarte un licor de mora de las Alpujarras que luego, debido a la mala suerte, se derramó en su mochila y en la Chrysler de mi suegro y, en fin, te perdiste el abrazo arbóreo de Isabel, la tertulia en torno al mismo y las cosas que la propia Isabel me contó bajo los pinos democráticamente invasores de la subida norte a Moclín. En cuanto a la iglesia, bueno, como tú dices, cuando toca, toca, y si llevas razón, llevas razón. Entre 1947 y 1949 fue sometida a una importante restauración y, entre otras cosas, se construyó un nuevo retablo en estilo neoclásico sin tener en cuenta que el original era renacentista.
Descartes dijo que pensar es existir y Kant dudaba de la razón pura. Ninguno de los dos eran andaluces. En vez de charlar con sus amigos se dedicaban a pensar y a criticar, pero no a pensar en las delicias de la vida bajo un cálido sol de septiembre a orillas de un hermoso río, ni a criticar a sus vecinos o a sus cuñados. ¿Qué diferencia hay entre el pienso de Descartes y el pienso de los pollos? ¿Sabía Descartes que no es lo mismo de higos a brevas que de brevas a higos? ¿Acaso probó alguna vez en su vida Kant un higo o una mora de la ribera del río Velillos? Y otra cosa, ¿existe realmente la condición humana? Yo, metódicamente, tiendo a dudarlo.
En cualquier caso, coincido contigo en que la ruta es preciosa y que podría dar mucha más de sí.
Un abrazo.
Antonio Romera
Mojácar. Septiembre del año 2011. Sábado 3.
No hay comentarios:
Publicar un comentario