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Bienvenidos al blog del curso de guía de ruta de Valderrubio.
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jueves, 14 de julio de 2011

La muerte, la piedra y los guías de ruta.

Dedicado a Estrella por su graciosa insistencia.



Reconozco que una de las cosas que más me molestan desde un punto de vista intelectual, pero también desde un punto de vista sexual, es que me dejen a medias. Por eso, egoístamente, sin consultarlo con mis compañeros, le supliqué de rodillas a Doña Inés que nos contara el final de la historia. Y ella, amablemente, dedicando parte de su tiempo como profesora en paro a una actividad propia de una profesora en activo, nos contó el desenlace. Y yo creo que deberíamos agradecérselo eternamente porque ha sido un gesto de cariño y respeto para con todos nosotros. Por otra parte, yo ya sabía que la Mitchell se salvaría. Estaba claro. La historia en sí, literariamente, me parece muy pobre pero admito que escuchar su lectura me enganchó. Y lo importante es eso, enganchar. Las preguntas que sucedían a cada capítulo estaban dirigidas a conocer el nivel de sugestión del narrador. Si éste cuenta que, de pronto, el silencio de la noche fue desgarrado por el aullido de un coyote, el auditorio debería escuchar ese aullido sin problemas, como me pasó a mí al leer en el blog una de las entradas de nuestra ex. Un aullido seco y prolongado, como un silbido de felicidad o como un grito de victoria. Entiendo que los aspirantes a guías de ruta o a guías de lo que sea en general, deberíamos recitarles los cuentos a nuestros hijos en lugar de simplemente leerlos o contarlos. Hay que recitarlos. Contarlos con aspavientos, vivirlos, interpretarlos, introducirse en ellos. Precisamente como Toñi, que cuenta muy bien. Sin duda, la idea de Doña Inés era profundizar más en ese recurso impagable que es la voz unida a la retórica. Pero yo creo que más o menos lo hemos aprendido porque hemos comprendido la idea y porque somos muy listos. La práctica que nos falta podemos conseguirla con nuestros hijos, sobrinos o nietos, o con nuestras respectivas parejas, o con nuestros amigos. Doña Inés abrió un baúl y nos enseñó un montón de herramientas. Algunas llegamos a utilizarlas, otras, vimos cómo ella las utilizaba, y las del fondo solo alcanzamos a verlas. Ahora, en lugar de profundizar en la voz y en al retórica, analizamos piedras. Que algunos dirán, ¿qué tienen que ver las piedras con los guías de ruta? Pero lo dirán porque no se han detenido a pensarlo, cosa que sí ha hecho un servidor. Hay que tener en cuenta que una piedra en el camino nos enseñó que nuestro destino era rodar y rodar. Como su propio nombre indica, un guía de ruta es alguien que se pasa la vida rodando y rodando. Además, si te encuentras una piedra en el camino y al mismo tiempo se hace camino al andar, la responsabilidad del guía será inconmensurable y su misión nunca triunfará si no conoce a las piedras. Por ejemplo, encuentra una piedra de cuarzo y se la guarda. Al rato, en un paraje parecido, encuentra una piedra de cuarcita y piensa que ya ha pasado dos veces por el mismo sitio porque es incapaz de distinguir una de otra, y va y cambia de rumbo y dirige a su grupo directamente al territorio de las hormigas gigantes, donde todos serán devorados menos el guía, que siempre se salva. Conclusión, si confundes el cuarzo con la cuarcita estás jodido y ya te puedes ir despidiendo del mundo. Aparte de eso, yo soy uno de esos conductores gilipollas que no paran de mirar el paisaje mientras conducen. Cuando es otro el que conduce, me pierdo, metafísicamente y a propósito. Dicen que un kilogramo de cualquier piedra contiene seis o siete veces toda la información que ha ido adquiriendo el ser humano a lo largo de los siglos. Para mí, asomarse al abismo histórico que esconden las piedras y conocer el auténtico latido de nuestro planeta me parece un privilegio. Turísticamente hablando, me he dado cuenta de que el monumento que más contemplarán nuestros clientes a lo largo de un viaje será el paisaje, el puto campo, las montañas, ríos, mares, valles y todos esos árboles. De vez en cuando, un pueblo, una iglesia, un castillo. Pero una cosa no quita a la otra sino que ambas se complementan. Porque el pueblo, la iglesia y el castillo estarán construidos con piedras y las piedras, en todos los casos, guardan entre sus átomos la verdadera genética de la Historia. Uniendo la verdadera genética de la Historia con la verdad humana de la misma, podemos construir una máquina del tiempo muy fiable. Y en eso andamos. Y mientras lo hacemos, nos convertimos un poco en ingenieros de caminos.


Un abrazo. Os deseo playa, sol y mucho sexo.


Antonio Romera


Sierra Elvira de los Volcanes. Julio del año 2011. Jueves


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1 comentario:

  1. Joé tío, tas que te sales. Veo que has captado lo que he intentado transmitiros. De lo general a lo particular, de lo infinitamente pequeño a lo gigantescamente grande, todo hecho de lo mismo y con una historia que contar si se sabe leer; parando a descansar en una venta a tomar un vino y descansar. Un viaje redondo.

    Un saludo

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