Dispongo tan solo de quince o veinte minutos. La ruta en bicicleta consistía en ir al videoclub de Atarfe para devolver Camino a la libertad, de Peter Weir, y alquilar Torrente 4, de Santiago Segura. A fin de que el recorrido fuera un poco más interesante, les sugerí a los niños que tomáramos el camino más largo para llegar al de las Monjas, subir un poco hacia las canteras, entrar en la finca de olivos a través de una verja abierta y seguir el camino de tierra hasta la carretera. El camino de tierra que discurre entre olivos mide unos quinientos metros, pero tiene una parte de descenso suave que es muy divertida y no parece peligrosa. Los niños se me adelantaron, iban unos cincuenta metros por delante de mí. Yo quería ir detrás para estudiar sus respectivas técnicas. Digamos que después de una pequeña recta hay una curva a la izquierda e inmediatamente después una curva a la derecha, y ambas están ocultas por los olivos. Pero yo sabía que estaban allí porque ayer mismo las pasé con Ernesto. Desde luego, es una curva con muy mala leche. Vi que Alex le imprimía a su rueda trasera una fuerte frenada antes de afrontar las curvas y me temí lo peor, pero no pasó nada. Sin embargo, cuando me tocó el turno a mí, sí pasó algo. No sé si me despisté, si pensé en otra cosa o si perdí el conocimiento durante un microsegundo, justo el microsegundo más cabrón del recorrido. El caso es que me di una hostia de mucho cuidado. No recuerdo lo que ocurrió al entrar en la curva, pero recuerdo perfectamente el vuelo en picado. Me giré un poco en el aire para no caer de morros y aterricé de costado. Tremendo golpe en la cabeza contra las piedras. Varias heridas. Siete puntos. Pero la cabeza apenas me dolía, eso empezó un poco después, lo que de verdad me dolía, lo que me estaba jodiendo vivo hasta decir basta procedía del tórax. Me incorporé de inmediato porque cuando uno se pone de pie, la muerte se acojona un poco y se aleja (también vale ponerse la ropa del revés pero en esos momentos no me encontraba en condiciones de pensarlo ni de hacerlo). Respirar, caminar, alrededor de la bici, ¿cuánto tiempo?, varios segundos o varios minutos. ¿Qué día es hoy, jueves o viernes? ¿He de ir mañana al curso? Por lo que se ve, los niños tardaron un huevo en darse cuenta de que su padre no les seguía y otro huevo en regresar, aunque a mí me parecieron tres o cuatro segundos. Intenté impedir que Alex volviera a la casa para darle un susto de muerte a Mamen, pero la voz no me salía del cuerpo, y mucho menos la autoridad. Mientras tanto, cogí la bici y me puse a caminar. Un momento después, apareció Alex acompañado de Michael, el ugandés del que precisamente he hablado hoy en clase, ni pollas. Llevo casi un año sin verlo y de repente me lo encuentro allí como si tal cosa. Creo que ni siquiera le estreché la mano porque pensé que se trataba de una alucinación. Lo más probable es que el golpe me hubiera jodido el cerebro para siempre. Pero no era una alucinación, el Michael, casualmente, había decidido hacernos una visita precisamente hoy. Manda huevos.
Sólo quería deciros que estoy hecho una mierda, que esta noche no soy ni la sombra de mí mismo, que el médico de urgencias me ha recomendado reposo relativo, que no sé si podré asistir a clase el lunes ni al desayuno en el Bar Derrubio, que en la radiografía ha salido una costilla rota, que ya me han puesto dos inyecciones con un montón de sedantes, que gracias a eso puedo estar aquí, escribiendo, y que me han recetado Diapacín, que a mí me suena a algo muy chungo. Aunque no me veáis, el lunes estaré con vosotras y con vosotros, como los fantasmas.
Un abrazo.
Antonio Romera
Sierra Elvira. Abril del año 2011. Viernes
¡¡¡pá vernos matao!!!
ResponderEliminarÁnimo!!!. Esperamos verte pronto