Gracias, Rut. Siempre intento mantenerme fiel al escurridizo espíritu de la ataraxia. Desde luego, es difícil, con los tiempos que corren, pero a veces lo consigo y a eso le llamo yo Momento de Gloria. Toñi utilizaba otra expresión para definir eso mismo pero ahora no la recuerdo. En estos casos, la fotografía es mucho más eficaz que la palabra, como tú misma afirmas, y más subjetiva, puesto que cada observador percibirá una cosa distinta. La palabra lo deja claro e invariable y no es susceptible de interpretación. Mientras que la palabra fija y da esplendor, la fotografía sugiere. Por ejemplo, piensa en la foto que aparece más abajo. Si quisiera describirla detalladamente con palabras tendría que remontarme al año 1997 y hablar de una reunión de negocios y de un entrenamiento de una hora por la rambla de Huercal Overa. El mundo ha necesitado tantas casualidades y causalidades y tantas historias y sudores para que se produzca la imagen de la foto que necesitaría una novela de varios volúmenes para describirla como se merece. En cambio, cuando miras esa instantánea se te pueden ocurrir muchas cosas. Por ejemplo, la persona que ha preparado el Momento solo disponía de cinco malditos minutos para disfrutarlo. O bien puedes pensar que el autor murió de un infarto justo al apretar el botón, o que está allí para escapar de su familia o para esperarla o que está haciendo tiempo mientras aguarda la aparición de alguien muy querido. Leer una novela puede llegar a ser un coñazo pero mirar una foto no cansa, porque si no te gusta, activas un pequeño músculo del globo ocular y miras para otro lado, a la tía buena que pasa o a la siguiente foto. Es un acto casi reflejo que no supone esfuerzo alguno y es una de las primeras cosas que aprendemos desde bien chicos. Por lo tanto, camaradas, sentaos frente al mar o frente a algo que parezca de verdad algo, un río, un lago o la bañera de vuestra casa, y elegid el libro y la bebida que más os gusten. Los que fuméis, un cigarro; los que echéis de menos a vuestras parejas o a las parejas de otros, (mala idea si estáis en el cuarto de baño), sentadlas a vuestro lado con otro libro y pocas ganas de hablar. Desconectad móviles, teléfonos fijos y el timbre de la puerta. Si conseguís que todo esto ocurra al mismo tiempo, y que dure, estaréis a punto de entrar en el maravilloso mundo de la ataraxia, donde no hay preocupaciones y donde todo transcurre como si no transcurriera.
Un abrazo.
Antonio Romera
Sierra Elvira, capital de la Ataraxia. Octubre del año 2011. Martes 18.
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