No estamos acostumbrados a escuchar la palabra genocidio aplicada a nuestro pasado árabe. Si yo me pusiera a buscar mis raíces, ¿en qué época me centraría? Mis antepasados pudieron ser fenicios, tartesios, visigodos, romanos, árabes o castellanos, entre otros. Espiritualmente me siento más cerca de las culturas orientales, pero los genes son los genes. Veamos, tengo los ojos azules, mi padre y su madre proceden de Órgiva. Órgiva está en las Alpujarras. En las Alpujarras hubo una guerra en el siglo XVI. Un montón de campesinos muertos de hambre se enfrentaron a la xenofobia de Felipe II, de Juan de Austria, de la Santa Inquisición y del Papa. Fue el mayor genocidio de la Historia. Que se sepa, a pesar del Holocausto, los judíos siguen existiendo como raza, como religión, como cultura, como lengua, como país y como servicio de inteligencia. Pero ¿qué quedó del antiguo reino andalusí? Los gallegos, los vascos, los catalanes, los valencianos y los baleares conservan su lengua, su signo de identidad, en cambio, Andalucía, la auténtica Comunidad Histórica de España, o la más histórica de las comunidades (cuyo dominio alcanzaba el mar Cantábrico), no tiene nada, ni lengua propia ni historia ni ninguna otra seña realmente antigua y auténtica (ver colección de estatuas de la Avenida de la Constitución, el personaje más antiguo de los que se exponen, relacionados con Granada de un modo u otro, es el Gran Capitán, ni siquiera Boabdil). De modo que no es raro que casi nadie conozca hoy el verdadero significado de la palabra algarabía. Los romanos nunca quisieron vivir aquí, vivir aquí era un castigo para ellos porque no soportaban separarse de su amada Roma. A los visigodos, gente sin aspiraciones, les daba igual vivir aquí que en China. Pero los árabes, que venían desde muy lejos, decidieron quedarse. Encontraron en el aire de Andalucía algo que ya llevaban dentro. Pero yo tengo los ojos azules y hay dos pueblos muy cerca de Órgiva cuyos nombres no tienen nada que ver con los topónimos habituales en las Alpujarras. Esos pueblos son Capileira y Pampaneira. Lo primero que pensé cuando descubrí esta relación fue, Dios mío, pero si soy gallego ni pollas. Hasta hace un par de lustros he pensado que mi pasado remoto procedía de la tierra del fin del mundo, la miña terra galega. Sin embargo, puede que las cosas no funcionen así. ¿Eran los nazaríes como eran porque ya eran así antes de fundar el Reino de Granada o fue esta tierra la que los transformó? Si la solución correcta es la segunda, ya les vale a los granadinos. Lo de la mala follá no es un invento nuevo. La peña se viene descojonando con esto desde el siglo XVI. Y en la época actual no es difícil ver las secuelas, basta con circular una mañana por la ciudad y pararse en todos los pasos de peatones. Uno llega a preguntarse qué le ocurre a esta gente, porque nadie te saluda ni te sonríe ni te da las gracias por cederles el paso. Ya sé que es obligatorio detenerse cuando hay peatones en los pasos de cebra, pero ¿tanto cuesta una sonrisa? En vez de sonreír, te miran retorcidamente como diciendo, yo tengo derecho a cruzar y tú eres un pringado. Más que de cebra, parecen pasos de cabra. Es posible que las cosas estén cambiando pero no lo tengo tan claro. A Granada tuvieron que llegar los escritores románticos del siglo XIX para darse cuenta de que la ciudad era una maravilla. Nadie se opuso salvo Ángel Ganivet y algunos intelectuales a que soterrasen vilmente el hermoso río Darro entre Plaza Nueva y el Genil. Ideal nunca publicó ni una reseña de los triunfos literarios de García Lorca. Nadie se opuso a que construyeran el Camino de Ronda y aledaños o a que derrumbaran hace nada el último palacete que quedaba en la Calle Alhamar para estampar en su lugar un hotel perfectamente horroroso. Un auténtico granadino nunca hubiera permitido que la Alhambra quedara abandonada durante tanto tiempo, expuesta al saqueo y al chabolismo. Por no hablar de Cetursa y de los guías. La mala follá es esa sustancia que se genera como la pus cuando estás viviendo en una tierra que no consideras tuya. Y esa sustancia no solo procede del vulgo, también las instituciones la transpiran. Hay miles de ejemplos pero voy a citar solo uno: el actual alcalde de Granada prohibió hace más de un año toda actuación musical en la vía pública y mandó multar a quien osara llevarse a los labios una lata de cerveza en plena calle. Y esas órdenes han de cumplirse en la misma tierra donde hace siglos había plantaciones enteras de marihuana porque su consumo no solo era legal sino recomendable. Si es verdad que el aire de Andalucía puede cambiar el corazón de la gente, hay gente que no respira el mismo aire que yo, gente que vive bajo este cielo pero respira tormentas todo el rato.
Un abrazo
A todas.
Antonio Romera
Sierra Elvira. Mayo del año 2011. Miércoles 18.
Hola amigo, eres todo un filósofo, enhora buena por tus interesantes reflexiones.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
ResponderEliminar