Te veo muy desanimada pero no es para tanto. Los grandes cambios sociales y políticos nunca ocurren de un día para otro a no ser que haya sangre y revolución. El Cristianismo por ejemplo, un movimiento religioso y político globalizado hace casi dos mil años, tardó sus buenos tres siglos en certificar el cambio. Gandhi y los portugueses consiguieron lo que querían de una manera pacífica pero son la excepción. Y lo de Islandia habría que analizarlo bien. Lo normal es que tenga que morir mucha gente antes de que la cosa mejore. Y para que muera mucha gente debe de haber un consenso común y generalizado sobre la situación, esto es, que todo el mundo lo esté pasando mal. Sin embargo, ahora mismo no todo el mundo lo está pasando mal. Yo, por ejemplo, lo estoy pasando muy bien. No solo no me quejo sino que incluso disfruto. Mido los céntimos en el Mercadona con un pie de rey o le pido dinero prestado a alguien de la familia, pero es raro que no esté contento. Hace poco, mi amigo militar, un comandante de las fuerzas especiales que estuvo varios años persiguiendo a etarras y que estos días estará preparando el petate para irse voluntario a Afganistán, me dijo hace poco que la verdadera patria, lo que los militares llaman patria, es la familia, o al menos empieza en ella, y que también puede ser una flor, un paisaje o una señora a la que le cedes el asiento en el autobús. Se suele decir que cuando la ruina entra por la puerta, el amor sale por la ventana, pero yo no me lo creo, porque he vivido en la ruina durante mucho tiempo con las ventanas abiertas y nunca faltó amor sino todo lo contrario. Puede que ésta sea una actitud muy egoísta y acomodaticia, una actitud resignada, pero es que no veo que la crisis sea tan monstruosa como dicen. Vale, hay un montón de parados por todas partes, no obstante, ¿cuántos están parados realmente? Porque yo he conocido a varios que cobraban el paro y hacían chapuces millonarios los fines de semana o cuando fuera. Para vivir bien, no hace falta mucho. Un techo, comida y un poco de amor. La situación no es muy diferente a la que vivíamos hace treinta años, cuando la gente se sacaba una carrera de química y luego se preparaba unas oposiciones de la Seguridad Social porque de lo otro no encontraba trabajo o no era su verdadera vocación. Las personas que vivieron después de la guerra, como mis abuelos y mis padres, sí padecieron una verdadera crisis. A la dictadura salvaje de Franco se unía el hambre. Un hambre de verdad, no el hambre de no tener con qué comprar comida sino el hambre de no encontrar comida en ninguna parte. Si la madre de mi madre, que murió prácticamente de inanición, regresara al mundo de los vivos, se descojonaría de nosotros y se preguntaría de qué nos quejamos. Vale, es una trampa porque está muy feo comparar, pero todos comparamos, la comparación es inevitable. Yo me alegro sinceramente de que la gente se una espontáneamente y proteste con todas su fuerzas, hace años me manifesté contra la entrada de España en la OTAN y me manifesté contra la entrada de España en la guerra de Irak, yo, si hay que manifestarse, me manifiesto, pero en el fondo opino con mi hermano que incluso esas muestras de disconformidad contra el sistema ya están previstas por el propio sistema. Los cabrones del FMI y otras instituciones globalizadas dan por hecho que habrá protestas y, a la hora de organizar el mundo, cuentan con ellas y las anotan en el capítulo de “imprevistos”. Quizá, tu manera de manifestar el inconformismo, hablándolo con los amigos, sea la más eficaz. Yo suelo desconfiar de los púlpitos y de los micrófonos, pero siempre escucho a mis amigos con mucha atención y medito sus palabras. Un tío con un micrófono nunca me va a convencer de que cambie de supermercado, pero si me lo aconseja un amigo, a lo mejor cambio. Yo creo que en este mundo tan tranquilo y agradable en que vivimos, donde hay comida y techo y amor adonde quiera que mires, la única revolución debe ser privada, entre amigos y entre copas, desde la patria familiar que todos llevamos dentro. Después de todo, vivimos en el Reino de Granada, la tierra suave de la conversación, donde los turistas siempre proceden de países emisores cuyo espectro cromático casi nunca pasa del gris.
Personalmente creo que no es comparable una situación de posguerra con lo que se vive ahora. La gente por lo que nos indignamos, es porque en este mundo sobra de todo, sin embargo hay un montón de gente en el paro y pasándolo verdaderamente mal, no hay que más que preguntar en Cáritas y otras organizaciones de este tipo, mientras los culpables se ríen de nosotros y continúan chupándonos la sangre como garrapatas que es lo que son, haciéndonos pagar el pato, porque en vez de ganar 1000 millones han ganado 990, manipulando a sus amigos políticos para conseguir lo que quieren, mientras lo pagamos los de siempre, y los de siempre, se han hartado de hacer el primo y me parece muy bien.
ResponderEliminarLo bueno de esto espero que sea que todas las garrapatas a lo mejor empiezan a plantearse que hemos aprendido algo nuevo, a unirnos con un fin común, y sólo tal vez se anden con más cuidado de ahora en adelante. Bsitos