Fráncamente, yo dejaría que Pinos Puente se cayera del cartel por sí mismo, sus escasos recursos turísticos no es que sean como para morirse del gusto y apenas permiten que el guía o los guías de turno se luzcan. Tengo que reconocer, sin embargo, que lo único nuevo que he aprendido hoy se lo debo a Dani y a Eva. Dos cosas: Una, por el puente de Pinos Puente se puede pasar en coche y dos, que la ciudad fue muy rica hace mucho tiempo. Todo lo demás lo sabía por las exposiciones de clase. Es curioso cómo el progreso afecta positivamente a unos pueblos y hunde en la miseria a otros. Entre los primeros, yo destacaría a Motril, y entre los segundos, a Berja y Pinos Puente. Bueno, también he aprendido que hay una gran diferencia entre ensayar el discurso en clase y hacerlo a pie de obra. En clase, uno tiene que hacer el esfuerzo de meterse en situación, de imaginárselo, y muy a menudo ese esfuerzo es tan agotador y requiere tanta energía que acaba con la inspiración, la espontaneidad y con cualquier atisbo de calma. En cambio, sobre el terreno, uno ya está metido en situación y resulta más fácil soltarlo todo. El inconveniente, entonces, consiste en controlar los tiempos a fin de que se adapten a la velocidad del vehículo. Anoche, mientras trataba de elaborar un discurso más o menos coherente, me topaba una y otra vez con el desasosiego, lo cual debería restarle puntos a la evaluación de mi trabajo puesto que no lo hice bien. Si hubiera contado los minutos que se tarda entre Pinos Puente, Caparacena, Cubillas y Colomera, estableciendo claramente los tiempos de paso, como hizo Puri cuando ella, Toñi, Iván, Antonio, Ernesto y un servidor recorrimos esa parte de la ruta, habría podido controlar mi discurso hasta el último detalle. En cambio, el discurso me controló a mí. Para evitar que los lugares de paso se me echaran encima antes de acabar mi exposición sobre el lugar de paso anterior, elaboré una estrategia. Contar las cosas a grandes rasgos, hacer como un esbozo de todo lo que quería decir y luego, en función de la distancia recorrida y de la proximidad del siguiente lugar de paso, ir desgranando detalles hasta completar el cuadro. Luego, a la hora de la verdad, tuve la sensación de que había más carretera que historia y que ésta se me escapaba.
También he aprendido lo que es realmente Santa Fe. En clase, a pesar de la precisa exposición de Rut, no le pillé el truco a eso de las cuatro puertas. Así que en Santa Fe, hoy, me he convertido en un auténtico turista y a partir de ese momento he empezado a estar harto del viaje. Harto por cansado, quiero decir. La interpretación de Rut, en plena zona cero de Santa Fe, superó claramente a la que nos regaló en clase. Como empecé a sentirme turista, me puse a mirar a Rut como si fuera realmente una guía profesional. Y la verdad es que me convenció. Lo juro. Me convenció a mí y a un parroquiano santaferino que se incorporó al grupo como quien no quiere la cosa y escuchó su discurso con mucha atención; sin duda, esta noche se acostará sabiendo más cosas de la iglesia y lo que significan las cuatro puertas. Desde aquí, me gustaría felicitar a Rut por haber sido la primera de nosotros en incorporar a su grupo a un espontáneo. Hay una leyenda urbana que me acabo de inventar según la cual los guías de ruta llevan en su bolsa de los viajes un contador de espontáneos. Cuando finaliza la temporada turística, la OMT le entrega un premio al pichichi, al que más oyentes pirata haya cosechado.
Los encargados del senderismo eran Iván y Gustavo. Genial. El de Escoznar acaparaba los discursos desde la cabeza del grupo y era el encargado de controlar los tiempos de paso. Por su parte, Gustavo se limitaba a las distancias cortas desde la retaguardia, procurando evitar el efecto chicle y el efecto pompa de chicle, que a veces explota y lo deja todo perdido. Siempre se le veía acompañando al más retrasado o a la más retrasada y siempre de buen rollo. El día que veamos a Gustavo de mal rollo es que el mundo estará a punto de irse al carajo, o a lo mejor ni así. El mutuo entendimiento entre estos dos muchachos se mantuvo durante todo el sendero con una gran profesionalidad basada en un gran sacrificio: consiguieron permanecer separados durante más de una hora. Que se dice pronto. Lo cierto es que nadie se torció un tobillo ni nos molestaron los mosquitos ni casi llovió ni nos atacó un jabalí y todo eso se lo debemos a la pareja más dicharachera del grupo.
La parte más tediosa del recorrido les tocó a los dos soles de Valderrubio, Estrella, que es un sol como su propio nombre indica, e Isabel, una supernova. La parte que les correspondía era tediosa por la hora no por el recurso turístico en sí. A pesar de tantas adversidades, cansancio, siesta, agotamiento, más siesta, se superaron. La diferencia entre su actuación de hoy y su ensayo de ayer me pareció estratosférica. No solo impidieron con sus voces que nos quedáramos dormidos sino que incluso provocaron un pequeño debate en la sala de proyecciones y animaron un montón al grupo en el autobús. Estrella, lamento decirte que Lorca sí era homosexual, de hecho, era un gran homosexual. No solo hay cartas dirigidas a sus distintos novios, también hay textos atormentados en los que se adivina un grave conflicto, y fotografías, con sus novios, con otros poetas homosexuales, con Dalí. Si Lorca sufría por su condición secreta, a Dalí se le fue la pinza. Yo no tengo ninguna duda de que fueron amantes. Hay una foto en la que se ve a los dos genios cogiditos de la mano en una actitud un poco más que cariñosa y cartas similares a las que yo les escribía a mis novias. Pero no importa. La poesía es universal aunque nazca de un dolor concreto. Se sabe que fue el padre de Inma Penella y Terele Pávez quien gestionó la denuncia y quien lo detuvo en la casa de los Rosales. Se sabe que este hombre pensaba ganar las elecciones y que luego las perdió estrepitosamente. Se sabe que fue ridiculizado por la revista satírica en la que colaboraba Lorca. Y también se sabe que el padre de éste era un terrateniente odiado por los otros terratenientes de Granada debido a su profundo humanismo. Nunca le perdonaron que tratara tan bien a sus peones, a quienes incluso les construía casas para que habitaran en ellas gratuitamente durante las campañas del campo. En fin. En una entrevista publicada en un periódico de Madrid, Lorca dijo que la burguesía de Granada era la peor de toda España. Habríamos podido pasarnos perfectamente cuatro o cinco horas debatiendo pero, la verdad, al menos yo, estaba deseando llegar al hotel. Estrella e Isabel han conformado una coreografía perfecta en la Casa Museo de Lorca, fomentando un ambiente serio y al mismo tiempo distendido y haciéndose entender con mucha claridad. Chapó. Me gustaría dedicarles a las dos damas de Valderrubio un poema de Federico que me sé de memoria. Se titula, Cometa, y dice:
En sirio, hay niños.
Durante el almuerzo, mientras nos comíamos al muchacho, comprobé que la risa de Eva es altamente peligrosa. Si uno empieza a reír por cualquier cosa, y si esa cosa es además una gilipollez, y si esa gilipollez es tan grande que no puedes parar de reír, creedme, lo mejor es no tener enfrente a la de Chimeneas. Y yo la tenía enfrente gracias al amable Dani, que accedió a cambiarle el sitio a fin de que ella estuviera un poco más metida en risa. Claramente, fue el momento más divertido de la jornada, al menos para quienes sufrimos el ataque.
Lo malo de Toñi y Puri como guías de ruta es que su belleza tiende a deslumbrar al turista, haciendo que éste las mire a ellas más que a las estatuas, a la iglesia o a la calzada romana. Sin embargo, a mi modo de ver, también han mejorado su propuesta de clase, se han mostrado mucho más seguras y sus explicaciones, oídas anteriormente, parecían nuevas. Su gran encanto hace que a ti, como turista, te caigan bien antes de que empiecen a hablar, y yo creo que eso es bueno para este oficio de viajeros. Sin duda, junto con la pobre Rut, que se quedó sola pocos días antes del viaje, han sido las que más trabajo han llevado a cabo de todos y todas. Yo apenas he tenido trabajo porque como vivo en Sierra Elvira gozaba de una cierta ventaja. Puede decirse que he actuado con un as en la manga, y eso es muy impropio de mí porque no me gusta el póker. Pero Rut ha tenido que hacer su trabajo y el de su compañero para contar un montón de cosas de Santa Fe y, a su vez, Puri y Toñí no solo prepararon los comentarios sobre cada recurso de una manera brillante sino que además debían controlar el tiempo. Y eso es muy difícil. De hecho, lo más difícil en un itinerario tan complejo. Por ejemplo, ¿cómo pudieron controlar la extraña desaparición de ochenta escalones de la escalinata que sube a la iglesia? Durante su parte del recorrido, Toñi demostró un dominio de la situación impropio en un aprendiz de guía. En un momento determinado, incluso llegó a acojonarme. Ese fue mi primer flash como turista. Bajo otras circunstancias, en la vida habría renunciado a escalar aquello para llegar a los restos del castillo, después de todo, nos lo había sugerido nuestro anfitrión, el buen Ramón. Pero Toñi dijo que no con una voz muy apropiada para el no y yo perdí todas mis esperanzas. Quien sabe, a lo mejor me salvó la vida. Si Rut enganchó a su primer espontáneo en Santa Fe, Toñi se enfrentó a su primer competidor en Colomera. El buen Ramón trataba de quitarle la palabra una y otra vez dentro y fuera de la iglesia pero ella, impertérrita, educada, esperaba su momento y retomaba el hilo con absoluta fluidez. No parecía indignada ni mucho menos y, desde luego, no parecía tan indignada como su simpática compañera. El caso es que salimos ilesos de la iglesia. Un rato antes, Puri tuvo su momento de gloria junto a la estatua. Fue un momento muy agradable para todos. Yo me senté en un banco de la plaza y me dediqué a hacer fotos. Apenas presté atención a lo que decía porque me lo sé de memoria, además, estaba agotado y muerto de hambre, y las palabras de nuestra amiga sonaban lejanas y tranquilizadoras y eran como el murmullo fresco de un manantial.
Ni por pienso evaluaría a mis compañeros, gente de la que tengo mucho que aprender, pero a la profesora, como profesora, sí puedo evaluarla, es más, tengo el derecho y la obligación de hacerlo. Sin embargo, no la voy a evaluar por eso sino porque ella me lo permite. En primer lugar, Doña Inés conoce los secretos de la voz. Los conoce. Yo creía que lo estaba haciendo bien hasta que la oí a ella. En ese momento pensé que lo había hecho con el culo. Su voz tiene la capacidad de transformarse cuando aparece un micrófono de por medio. De la voz de una andaluza de Lugo pasa a una voz artificial, genéticamente pura, uniforme, perfecta, capaz de transmitir una emoción con más flema que un inglés y con más pasión que un latino, la voz de la conciencia y de un ascensor, una voz en la que uno tiende a confiar en cuanto la escucha.
Pero el amable dueño de la Posada no escuchó esa voz sino la de toda la vida, la que usa Inés a diario, y, en lugar de preguntarle de qué parte de Galicia era, como hubiera sido lo normal, le preguntó directamente si era de Pontevedra. En ese detalle tan tonto reconocí a mi cuñado y desde ese momento no dejé de vigilarle. Si tuviera que resumir todas mis enseñanzas de hoy en una sola, como hace el Catecismo con los Diez Mandamientos, diría que la herramienta más importante de un guía es la voz. La historia de cada sitio puedes estudiarla, memorizarla, recitarla, pero la voz es una cosa muy delicada y muy difícil de dominar. De todos los instrumentos de música, la voz es el más complejo. Si pulso la cuerda del do con el cuarto dedo en primera posición, sabré que estoy tocando un fa, pero, con la voz, ¿cómo diablos se sabe? ¿Y si tienes que cantar un do y luego un re sostenido? Es muy difícil. Aprender a hablar implica aprender antes a escuchar. Doña Inés debería mostrarnos más ejemplos de cómo manipular las cuerdas vocales para llegar a ese estado de gracia. Desde luego, hoy no se ha prodigado mucho, y eso es un punto a su favor. Ha sabido estar en todo en todo momento y solo ha intervenido cuando era absolutamente necesario. Su sonrisa mientras Ramón le robaba el protagonismo a Toñi denotaba una sabiduría que ella misma nos contó después. Yo veía en Ramón a un competidor muy serio. Si yo hubiera sido Toñi, no habría abierto la boca en todo el rato. Habría dejado que él lo hiciera por mí porque lo hacía muy bien. No llegué a comprender la sonrisa de Doña Inés hasta que, durante el almuerzo, nos preguntó qué nos había parecido el colomereño. Diez sobre diez, pensé yo, aunque su voz no era ni de lejos tan apasionadamente fría como la de nuestra maestra y aunque el hombre no fuera especialmente gracioso, vale, un ocho. No obstante, ella le había encontrado un montón de defectos relacionados con el lenguaje corporal, defectos que nunca debería exhibir un buen guía. Probe Ramón, con lo buena persona que ha sido. Pero eso es lo que tiene ser un autodidacta frente a alguien que se somete a un aprendizaje tan serio como el de Doña Inés. Gracias.
No quiero despedirme sin recordar antes uno de los momentos estelares de la excursión, propiciado por Rut en una de las puertas de Santa Fe. Me refiero al rosario y a las canciones de las beatas. De pronto, nuestra expedición por la vega se hizo etnográfica. Aquello era una imagen del pasado, de cuando mi abuela se iba por las tardes y yo le preguntaba a dónde iba y ella respondía que a la novena. Por supuesto, nunca fui, a mi abuela no nunca se le ocurrió llevarme, y yo imaginaba a un montón de viejas vestidas de negro con un rosario entre las manos confabulándose para dominar el mundo. Me pregunto qué habría sido de mí si mi abuela hubiera tenido la costumbre de llevarme consigo a esos rezos colectivos a María. A lo mejor, ahora sería un hombre de provecho con un trabajo estable y misa todos los domingos. No sé si me pierdo algo porque nunca he vivido así. Por eso me llamó tanto la atención la presencia de un niño entre todas aquellas señoras mayores que rezaban y cantaban. Las canciones religiosas tienen una cosa nostálgica que nos induce a sonreír cuando las escuchamos aunque sean muy horteras. Pero aquel niño, por Dios, me imaginé que era yo mismo hace cuarenta años y me sentí muy débil y deprimido. Mantener a un niño quieto durante tanto tiempo debería estar prohibido por la ley. Si de verdad hubiera sido un turista, habría apuntado en mi diario que mi abuela Carmen Mingorance Sánchez era una santa.
Ha sido un placer compartir con vosotros la inauguración mundial de la Ruta de la Vega de Granada aunque la hayamos inaugurado en un tramo que no pasa por allí. Por cierto, se nos olvidó el brindis.
Quereos mucho.
Un abrazo.
Sierra Elvira. Mayo del año 2011. Viernes 27.
PD. Fotos geniales.