Hola de nuevo a todos los que estéis ahí y también a los que no. Yo pertenezco a los del primer grupo puesto que no me he olvidado de ninguna de vosotras ni de ninguno de vosotros, ni mucho menos de este simpático blog. Me gustaría felicitar a Estrella por su reciente incorporación al Facebook, en cuyas entrañas ya se mueve como una experta, y darle las gracias porque a veces le gusta lo que aparece en mi muro. También tengo un recuerdo para Isabel y para Toñi, otras dos de los doce o trece lectores que poseo en el mundo. En cuanto a Puri, a Iván, incluso a Eva, la de Chimeneas, a Rut y a Inés, siempre siento que están cerca gracias a las nuevas tecnologías. De Inga solo sé que debe seguir en Canadá a no ser que se haya mudado a algún país caribeño, a juzgar por la foto que ha colocado en su perfil. En Inés he pensado mucho últimamente mientras trataba de crear un blog que se llamaría El perro que vino a cenar. Creo que he llegado a crear ocho blog con ese nombre y a perderlos a continuación en los abismos del ciberespacio. Cuando ya parecía que lo había conseguido y estaba a punto de estrenarlo con mi primera entrada, recibo un mensaje en el que se me dice que aquello solo es una miserable demostración del producto, y que dentro de un mes me pasarán un presupuesto por si acaso me da por comprarlo. Sí qué pensé mucho en Inés y en el mérito que demuestra en los cursos que imparte al crear un blog para cada uno de ellos. Llegué a inventarme tantas claves o contraseñas que a lo hora de acceder a los sitios no había manera de dar con la correcta, la que correspondía en cada momento. En fin, una pesadilla. Pero ya está hecho y quiero compartirlo con vosotros, al menos que sepáis que existe, se llama www.elperroquevinoacenar.blogspot.es. Si bien, a día de hoy no he dado con las claves secretas para subir fotos. De modo que si alguien me explica cómo se hace me ahorraré un montón de maldiciones. Por otra parte, anoche, después de escribir la fábula del delantero y las puertas, no sé por qué, me acordé de Isabel. Pensé que Estrella podría leerlo en el Facebook, pero Isabel no está en Facebook, lo cual no significa que no exista, y como existe, y como siempre me sentiré en deuda con todos mis lectores por serlo, se me ocurrió publicar ese texto también aquí.
Un abrazo.
Fábula del delantero y las puertas.
El delantero aprovechó un error de la defensa y se quedó solo ante el portero. El balón venía centrado a ras de suelo desde la derecha, pero él no llegó a recibirlo. El defensa que se interpuso tampoco consiguió controlarlo ni rechazarlo sino todo lo contrario. Puede que el compañero que tenía al lado le impidiera moverse con soltura y agilidad. El ariete le arrebató la pelota aprovechando un error que podría haberse solventado en medio segundo. Se encontraba a unos tres metros de la portería y se dirigió hacia ella amagando con tirar. El único obstáculo que tenía delante era el portero. La parte derecha de la portería estaba cubierta por dos o tres defensas que ya corrían hacia el otro lado como si en ello les fuese la vida. El muchacho hizo un sencillo y casi inapreciable gesto con la cintura y acto seguido el portero ya era historia. Ahora su posición era perfecta, solo y con media portería completamente vacua y expedita y con tiempo suficiente para apuntar, concentrarse y disparar. Pero él no disparó sino que siguió conduciendo el balón hacia la red como si quisiera clavarlo dentro con su firma impresa. Mientras tanto, los defensas de la derecha se acercaban y la puerta se iba cerrando cada vez más, cada vez quedaba menos espacio libre, cada vez se iba requiriendo más precisión y premura para no fallar. Diez centímetros antes de pisar la línea de gol, le dio un suave toque al balón y éste pasó a escasos centímetros de una bota rival y casi rozando el palo, pero gol. Con esta sencilla maniobra de alto riesgo, el delantero no solo consiguió concentrar la atención de todo el mundo en el tanto sino también en la manera de realizarlo, como si hubiera querido arrebatarle el mérito al defensa que erró el despeje y dejar bien claro que podían remontar y ganar con mucha clase. Entonces, lo que parecía imposible, lo que había estado pareciendo imposible durante cincuenta minutos —primero 1-0, luego 2-0—, se convirtió en una realidad de gritos y celebraciones en apenas quince o veinte. Tres goles seguidos y victoria por 2-4. Esto ha ocurrido hoy en Guadix, en un partido oficial de infantiles. Poco después de llegar a casa, el delantero ha querido lavarse las manos para cenar y al entrar en el cuarto de baño, solo Dios sabe cómo, él mismo se ha pillado el dedo corazón de la mano derecha con la puerta en uno de esos accidentes domésticos que nadie espera que ocurran. Al tío incluso le ha salido sangre de la uña y ha estado gritando durante mucho más tiempo que el dedicado por sus compañeros y entrenador y el cincuenta por ciento del público a celebrar su gol. Si lo pensamos bien, la conclusión o moraleja que se extrae de todo esto es que a las puertas las carga el diablo, y que utilizar jarapas como puertas resulta mucho menos peligroso que las puertas propiamente dichas, un principio que ya aplicaban nuestros antepasados más remotos de las Alpujarras; pero también podemos pensar que por muy bien que juegues dentro del campo, por mucha clase que tengas con el balón, una simple bisagra puede amargarte la noche.
Antonio Romera
Mojácar. Marzo del año 2012. Sábado 31.
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