Guissepe Toriani era conocido en Toledo como Juanelo Turriano. Dicen que trabajó para Carlos I, Felipe II y Carlos V, y que su talento era similar al de Leonardo da Vinci. Construyó un ingenio para subir el agua del Tajo hasta el Alcázar. Vivía en la calle Aserías o Asaderías o algo parecido, que pasó a llamarse del Hombre de Palo más tarde. Felipe II se llevó el esplendor de Toledo pero no se llevó al italiano y, aunque éste se hizo muy amigo de Carlos V gracias a un planetario que le construyó, la decadencia de la ciudad arrasó también con sus sueños de fama y esplendor. Dicen que pasó hambre y que, para no verse sometido a la humillación de pedir limosna, él, que había trabajado para los monarcas más poderosos del mundo, que había llevado agua al Alcázar, que era conocido y respetado en todo Toledo, se inventó un sustituto, construyó un hombre de madera, un autómata, cuya misión era recibir las limosnas de los parroquianos y entregárselas a su dueño. Con todo, el pobre hombre murió en la miseria y su historia es muy parecida a la de Toledo, una historia de glorias que se desvanecen y recuerdos que abrasan, de riquezas que pasan de largo. Al igual que esta ciudad, la vida de nuestro hombre se hizo provinciana y anónima y extremadamente mísera. Su biografía se perdió en los entresijos de la leyenda y ahora no es más que otra capa de olvido sobre Toledo.
Antonio Romera
Sierra Elvira. Enero del año 2012.
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